Llamamos Alquimia al arte de separar para luego unir. Se disocia lo puro de lo impuro, se separa el Azufre y el Mercurio para luego reunificarlos y obtener la pureza esencial. Así, afirmamos que las sesiones terapéuticas son Alquímicas, ya que en su proceso se realiza esta sutilización de la vida o de la fuerza que sostiene cada organismo vivo.

El desarrollo terapéutico optimiza los recursos de la persona al liberar los patrones que frenan su potencial inherente, dinamizando de manera exponencial la transformación de la persona y su autogestión.

Al transmutar los condicionamientos, ampliamos el campo de acción y/o la zona de confort, accediendo así al territorio de la magia, donde la sincronización y la condensación del aprendizaje se ven favorecidas.

A menudo, generamos hologramas o proyecciones mentales que afirmamos como realidad, creando un implante limitante de creencias, acciones y hábitos que condicionan desfavorablemente nuestra manera de percibir, interpretar y sentir nuestro día a día.

Gracias a la emulsión de múltiples técnicas, destilamos emociones, pensamientos y acciones que purifican el vehículo del Espíritu Mundi o la fuerza que nos anima, vivificando, abriendo y despertando la vida y la conciencia en su plenitud.